Una esquina, unos versos, unos acordes de guitarra al compás de las luces de neón. Aceras, adoquines, kilómetros de asfalto y carretera. Las botas gastadas aprietan mucho más que antaño y el cuero de la cartera no huele igual que antes. Camisetas blancas de tirantes, arpegios con cuerdas de metal y el sudor de las paredes de un local más que se agita entre copas de vino y vasos de cerveza. La banda de los corazones solitarios hace tiempo que está de gira, dicen que pronto volverá por aquí, mientras la poesía intenta doblar los renglones torcidos de una realidad que se mueve demasiado deprisa. Vasos cortos de licorprohibido que baja por la garganta y macera en las tripas, una tarjeta de visita amarillenta con las esquinas gastadas, hemos llamado a tu puerta, hoy estás de suerte.
Después de su vigésimo aniversario 2004/2024, Absenta Poetas, continúa en la acción directa, combinando las ediciones de su revista con los recitales y conciertos. Vuelven años de pisar el mármol de los bares, pubs, salas, bibliotecas y librerías, la tierra sin techo que se viste al aire libre y las habitaciones de los poetas y músicos que siguen dando vida a este viaje con forma de proyecto de largo recorrido. Más de 17.000 ejemplares sueltos, que vuelan sin retorno, como testigos agradecidos de esta andadura que sigue mirando al futuro, para daros las gracias a todas y a todos los que apoyáis este compromiso. Velas, incienso, dos monedas para los caídos y un brindis para tod@s vosotr@s... Absenta Poetas, seguimos...
LOS PESCADORES (II) de ALEJANDRO REBOLLO
Han atrapado las llamadas que yo tenía contigo,
y en el claroscuro de una llama se han humedecido los lagrimales.
Entre viento y marea queda la línea del punto vértigo,
un punto al oriente de nuestras bocas.
Enciendo un cigarrillo,
las calles son tumultos rojizos,
sombras que hacen pie en el adoquín de una farola.
Esta noche paso desapercibido.
No quiero ver, oír, hablar.
Un candelabro en el altar de tu vestido de seda.
Rezan por la loma del monte de los olivos,
se derrite el hielo entre los labios.
Rezan por no crucificar el cuerpo en un pasado continuo.
Ando, camino, veo la vuelta a una bahía,
el barco ha hundido sus pies de hierro
bajo el abismo de un canal de cobre.
Marionetas hacen los pasos
en una procesión perpetua hasta el final de sus vidas.
Esta noche se ha dibujado un ente
entre las velas abatidas de un velero atracado.
Se muere el capitán, dijeron en proa,
se muere y llaman para darle la extremaunción.
La noche será larga, dicen los marineros.
Camino, veo y olvido,
el fantasma del marino vaga errante por cubierta.
A lo lejos amanece, y las calles regresan
repletas de metal hasta las luces de los semáforos.
Los coches son como aluminio de prisas
arrugando los gestos de una oficina desierta.
A lo lejos amanece y el sol acaricia el asfalto húmedo de rocío.
Cubre de niebla el agua;
y el salitre es lo único que llena los bolsillos
de un pescador que solitario regresa a casa.
Camino, veo y me callo.
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