EL CAZADOR DE LOS SUEÑOS, de Isidro R. Ayestarán


Correr, volar,
alcanzar la cumbre de los sueños,
alzarse sobre la cúspide de los soberbios,
evadirse de artificios sin sentido,
llegar a lo profundo de tu corazón…

Colocar una manta al muerto de frío,
ser el remo de los que los reman
en busca de un paraíso,

Llegar a ti, ser uno en dos cuerpos,
ser el espíritu que lo envuelva todo
en esta noche oscura,
alumbrarlo todo con la intensidad
de un abrazo, de un beso, de un guiño,
de una mano tendida,

de esos nervios antes del impacto final,
de caras de sorpresa al abrir
el baúl de la ilusión,
al sentir en tu mirada,
al percibir en tu gesto,
un sueño hecho realidad…

Mirarte, entenderte, sonreírte,
estar contigo sin palabras,
darte de comer si fuera preciso,
arrancar con mis manos del suelo
el agua que sacie tu escasa luz,
fundirme en un abrazo, sonreír a tu lado,
ser niño desde mi párvula madurez,
emocionarme contigo por las mismas cosas,
ser tú… ser tú…

¿Qué me llaman ingenuo?
¿Qué se ríen de mí?
¿Qué los gobiernos se carcajean ante centros
de mierda con traje, corbata y maletín?

Estoy por encima de ellos,
de sus carencias absolutas,
de su inmisericordia…
Y es que yo, simplemente,
soy el cazador de los sueños.

TERREMOTO EN HAITI, de Marianella Ferrero


Las estatuas se lamen los labios
bajo el pétreo labio hay baba
y los pies descalzos y fríos
no pueden estarse,
no tienen los pies de barro
como ídolos falsos
nos miran con ojos quietos
nos pisarán.
Aplastaditos, sin cuna, sin mano, sin teta
sin nada

CAUSAS AJENAS, de Juanjo Galíndez



Rendiré un lugar
a tus amaneceres
de pocas palabras
y justos besos.

Al silencio respetado,
al abrazo antes
de perderme en el embozo
a tu costado.

Cuánto bien mimado lo comedido.
Cuánto mal exigiendo lo sembrado.

Tú pedías a granel
lo que yo hilvanaba en reservados.

Tú tan externa,
yo tan intrincado.

Pero la culpa
no fue tuya ni mía,
no.
Fue de los escaparates de neón,
de los mensajes subliminales,
de los anuncios fetiche y los designios de vecindario.

¡Qué pena!, no supimos adaptarnos
a la tierra y a sus ciclos...

Yo... Un ganadero fiel al ordeño regular
y al trasiego de los pastos.

Tú, una agricultora pendiente de la poda limitada
y el riego diario.

Pero en cambio, ¡Qué pena!. No supimos adaptarnos.
Yo... Camino por las calles coleccionando vasos vacíos
e ilusiones.
Tú... vives sola en el perfecto orden de una casa
que me hace recordar los juguetes rotos del pasado.

ilustracion de Jan Saudek