Una esquina, unos versos, unos acordes de guitarra al compás de las luces de neón. Aceras, adoquines, kilómetros de asfalto y carretera. Las botas gastadas aprietan mucho más que antaño y el cuero de la cartera no huele igual que antes. Camisetas blancas de tirantes, arpegios con cuerdas de metal y el sudor de las paredes de un local más que se agita entre copas de vino y vasos de cerveza. La banda de los corazones solitarios hace tiempo que está de gira, dicen que pronto volverá por aquí, mientras la poesía intenta doblar los renglones torcidos de una realidad que se mueve demasiado deprisa. Vasos cortos de licorprohibido que baja por la garganta y macera en las tripas, una tarjeta de visita amarillenta con las esquinas gastadas, hemos llamado a tu puerta, hoy estás de suerte.
Después de su vigésimo aniversario 2004/2024, Absenta Poetas, continúa en la acción directa, combinando las ediciones de su revista con los recitales y conciertos. Vuelven años de pisar el mármol de los bares, pubs, salas, bibliotecas y librerías, la tierra sin techo que se viste al aire libre y las habitaciones de los poetas y músicos que siguen dando vida a este viaje con forma de proyecto de largo recorrido. Más de 17.000 ejemplares sueltos, que vuelan sin retorno, como testigos agradecidos de esta andadura que sigue mirando al futuro, para daros las gracias a todas y a todos los que apoyáis este compromiso. Velas, incienso, dos monedas para los caídos y un brindis para tod@s vosotr@s... Absenta Poetas, seguimos...
TORMENTA URBANA EN ESTÍO de MANUEL JESÚS GONZÁLEZ CARRASCO
El olor a tierra mojada
endulza el aire contaminado.
Se embravece el cielo:
Barrigas preñadas de nubarrones
protestan, emancipándose a la calma.
El flash de un relámpago
inmoviliza fachadas y tejados,
reverbera el asfalto en las pupilas,
hace quicio a una ensoñación
parpadeando al fondo de la calle
como neón miope desnortado.
Blasfema el trueno, empequeñeciéndonos,
todos los demonios encadenados,
todas las injurias de piel celeste,
podridas, llueven fecal barro.
El lienzo del Apocalipsis
desdice nuestro confiado bullir,
nuestros dioses de estampas trémulas,
mudas, sometidas al firmamento.
Pausadamente, la lluvia pule cicatrices,
eructa el trueno triunfal
en una aduana indefinida.
Mi risa la presiento tan torrencial
en el endomingado charol de las aceras
que me apaña una dicha inusitada,
reflotándome al filo de una cloaca.
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