Todo ha sido un sueño,
dicen tus dulces labios,
que no tienen dueño,
ni son criado, ni lacayo
y me sirven de consuelo
cuando paso de soslayo
por el pasto de los sueños,
cuando caigo desmayado
al no poder volver a verlos,
ni sentirlos, ni tocarlos,
imaginando su fuego
sin quemarme ni prenderlos.
Por ello, por no tenerlos, muero
víctima de mi propia daga
forjada en tu mismo acero.
¡Adiós, extaña dama!
¡Yo os espero en el cielo!
ilustración de Pablo Santos
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