AL MINERO de Ángel Gomez del Pozo

Apenas desnudaste tu mirar de niño,
cuando la blanca luz de la costumbre
desertó sin previo aviso y de repente
para llevarse tu cándida inocencia.
Descendiste a la cueva del olvido,
desafiaste al domicilio de la muerte,
mientras el regio sol de los de fuera,
en boca de una mina quedó anclado y dolorido
velando tu regreso cada tarde.

Tus brazos quebrantaron mil montañas
en diurnas noches sin estrellas,
sin aullidos de lobo en luna llena.
Esquivaste la tragedia muchas veces,
lloraste al compañero sepultado,
pero aún les restaron fuerzas
a tus nublados pulmones
para exaltar el rigor y la dureza
y cantar radiante al cielo:
“Yo, yo soy minero”.

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